Un pepino. Sí, y se lo explicaré de la manera más sencilla posible. No recurriré a la infección deliberada con firmas chimbas, nudillos por huellas y miles de muertos de las planillas que entregaron con bombos y platillos para activar la primera fase del Revocatorio. Tampoco a que debían haber iniciado el proceso en enero y que por lo tanto, no hay tiempo en el calendario electoral para su realización. Estos elementos son la verdad, de poco peso, frente al verdadero aunque menos visible. ¿Cuál? Sostengo que a la oposición le importa un pepino el revocatorio porque su único interés, su objetivo primordial es la instalación en Venezuela del caos, vale decir, de una espiral de violencia que haga inviable el ejercicio de la política. Necesita la oposición que el Estado y lo que es más, el Estado de Derecho, haga aguas, que se deshaga y desaparezca en un baño de sangre. ¿Por qué, para qué? Obvio: en un escenario de este tipo, no gobierna NADIE en particular sino que reina el caos, el cual rendirá todos sus tributos al capital. En una guerra de perros ganan las trasnacionales y las corporaciones se ceban sobre las riquezas y recursos de un país que no podrá defender nadie pues todos los interesados están ocupados en matarse unos a otros. Las islas de confort –las zonas verdes- devendrán zonas rosas, en las que los medios, o mejor, la realidad mediática se instalará con todas sus luces para hablar de una Venezuela liberada mientras la carnicería transcurre tras cámara, como más o menos ocurre en Colombia, Honduras, Paraguay o México.
El Revocatorio es un elemento propio de una democracia de alta intensidad, participativa y protagónica, pero la oposición lo emplea como desestabilizador entre una panoplia de opciones que incluye incluso el magnicidio. Lo que no se permitirá la oposición es la paz. Ese recurso garantizaría un fluir democrático del conflicto el cual necesitan enrarecer para así garantizar, crear el piso para el “gobierno” de los poderes fácticos, vale decir de los verdaderos jefes detrás del interés por los recursos: petróleo, coltán, biodiversidad, etc.
Repito: en el caos gobierna y sólo gana el capital. Para la población el caos es una cárcel cuyo único respiradero es la sobrevivencia en estado crítico, en total desprotección (por cierto, a lo que ya están jugando con la “guerra económica”, que no es más que una guerra de amplio espectro que está provocando peligrosas brechas de ingobernabilidad. De ahí la necesidad de recurrir a operaciones como las OLP entre otras, como la sin duda exitosa campaña que reguló la administración de cargas eléctricas, que dio al total de la población –con su puntualidad y eficiencia- seguridad y confianza en el gobierno. O sea, una certeza en medio de la incertidumbre.
Para la oposición y en particular para los poderes que están detrás y hoy más que nunca a la vista, la democracia real es un estorbo. La manera de gobernar que necesitan es la ingobernabilidad donde se imponga no la racionalidad sino el más fuerte. De modo que el curso normal de unas elecciones supondría una paz que a su vez hace normal y corriente la participación ciudadana, su ejercicio en el marco del derecho. Pero eso es precisamente lo que necesitan abolir.
La oposición no necesita en el marco de estas relaciones de poder “ganar las elecciones” porque eso supondría, sigo insistiendo, un ejercicio de oposición política que deja fortalecida la Constitución. Necesitan pues, crear las condiciones para destruir dicha constitución e imponer la que consideran legal y legítima, la del 61. Insisto. Si ocurren elecciones en el marco de la Constitución del 99 la misma quedaría revalidada o legitimada, eso explica que, cuanto intentan “dentro” de la Constitución viene viciado, infestado de ilegalidad. Así, si es aceptado, lo es por sólo chantaje y presión interna y externa, no porque se cumplieron limpia y de manera transparente los requisitos, sino porque lograron embrollar la situación hasta empujarla al borde del despeñadero que es siempre la violencia, su expediente más expedito.
Sostengo que la oposición no quiere al chavismo ni como oposición. Ganar las elecciones (de manera limpia) en el marco de la Constitución del 99 fortalecería la democracia, pero al mismo tiempo definiría al gobierno y a la oposición con una claridad meridiana despejando el contenido más explosivo de la polarización. Incluso si el chavismo perdiera las elecciones, quedaría abierto el camino para una oposición democrática y revolucionaria. Mas no es eso lo que está planteado.
La oposición, muy al contrario, necesita enrarecer y enturbiar su ascenso al poder para justificar las acciones (terroristas, “legales”, “administrativas” –como en Brasil o Argentina) que hagan inviable a futuro, e imposible, la existencia política del chavismo. Con otras palabras, si hay elecciones libres y transparentes, si hay un decurso normal del accionar político: ¿cómo se justificaría la eliminación sistemática de los líderes del chavismo (como pasó en Colombia -¡y nada pasó!- con la eliminación de la Unión Patriótica, que significó el asesinato de unos 5 mil miembros) y la profanación -por poner sólo un ejemplo tremendo- de la tumba de Chávez?
Por esa razón, la oposición hará lo que sea para que la Constitución no tenga efecto sobre la realidad política nacional, de manera de lograr imponer la violencia como el único modo de relacionamiento in-civil. Sobre esta base de descomposición social busca construir un estado de injusticia generalizado que haga inviable cualquier proyecto de ciudadanía y deje al país desguarnecido para que las corporaciones y trasnacionales operen el saqueo programado apenas interrumpido por el Comandante Chávez y por el Gobierno Bolivariano como un todo, hoy conducido por el único presidente en ejercicio del mundo, proveniente de la clase obrera.
Eso creo, debería explicar el asedio global contra una revolución que pese a todas sus fallas, es referencia para los pueblos que sueñan con ser libres.
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