En uno de los tantos viajes que hemos hecho a Chachopo, hermoso pueblito de los Andes merideños, un campesino nos dijo que bien arriba en la montaña hay una laguna tan virgen que las truchas se agarran como racimos, que el silencio es virgen también, que él va con su perro todas las mañana a ver salir de sus aguas el sol, cuando la laguna todavía duerme. Todo eso dijo. Les relato esto porque es una de las experiencias recientes que una vez más me reafirman la intuición de que la poesía reside en la voz de lo genuino, en la voz honesta, auténtica, en la voz humilde, como aquella, que no buscaba poemar, sólo era verdad. Por esa intuición, reafirmada en experiencias como esta, creo también que la poesía habla siempre desde la vida. Su presencia se hace transparente en lo vital, es decir en todo acto creador. Aunque sabemos bien que a la poesía, no en pocas ocasiones a través de la historia humana (siendo que esta es la única especie que ha demostrado hasta hoy ser letal para sí misma y para los otros seres vivientes), le ha tocado hablar entre la destrucción, entre la guerra, entre la muerte. Pero incluso ahí se erige por la vida, por la justicia; y se erige resuelta, y la palabra arremete entonces restallante contra los rostros viles, contra los ruines, contra los violadores. Por eso cuando la poesía se levanta a la vida le tienen pánico los poderosos, porque ella, en su palabra, devela, penetra en misterios y deja a la intemperie las miserias. Ir contra la vida es herir a la poesía.
El poeta uruguayo, Mario Benedetti nos dice:
Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada…
cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio
La poesía, herida como de muerte, arrastra su dolor. Por la palabra del poeta peruano César Vallejo vemos ese desgarre:
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Y sin embargo, de su dolor, la poesía pare siempre un vuelo a la vida
La era esta pariendo un corazón.
No puede más, se muere de dolor,
Y hay que acudir corriendo
Pues se cae el porvenir
Debo dejar la casa y el sillón.
La madre vive hasta que muere el sol,
Y hay que quemar el cielo
Si es preciso, por vivir,
Por cualquier hombre del mundo,
Por cualquier casa.
Por cualquier casa, nos canta el poeta cubano Silvio Rodríguez, es decir por los pueblos y sus luchas contra la muerte, contra el odio, por los pueblos que defienden la vida digna, la felicidad y el amor a punta de acción revolucionaria, y una de las cosas más revolucionarias que existen es la palabra, el poder de la palabra, cuando ella se expande a través de la poesía. Por eso al Che lo circundaba la poesía, era un ser poeta que sabía, como aquel campesino, que podía ver nacer el sol en las aguas virginales de alguna laguna dormida. Por eso se hizo acompañar hasta el día de su muerte de un puñado de versos escritos por algunos de sus poetas preferidos, 69 poemas manuscritos por él ¿Por qué un hombre que libraba batallas de vida so pena de encontrar la muerte como en efecto fue, se empeñaría tozudamente en llevar tan pesada carga de libros por los intrincados caminos guerrilleros y dedicaría todo el tiempo que pudo exprimir entre el sueño y la vigilia a memorizar y escribir poemas de otros y suyos? ¿Por qué? ¿qué encontraba en la poesía tan imprescindible que sólo ella, sólo sus palabras, recogieron como posesión sus verdugos?
La poesía no es un asunto de relleno, para tapar vacíos entre discurso y discurso. Porque la poesía es infinitamente más poderosa que cualquier consigna, las consignas se petrifican como algunos discursos también se petrifican. La poesía es infinitamente más convincente que cualquier discurso. Porque la poesía es reveladora del mundo…y de lo humano en él, porque es trastocadora de sentidos, los profundiza, los complejiza, porque despliega la palabra, desdobla el lenguaje. La poesía no es un asunto bonito, pero sí es un asunto de belleza. El che sabía todo eso de la poesía y más, por eso se hizo acompañar de la poesía en ese vendaval de cólera que fue su tiempo. Por eso nos hacemos acompañar de la poesía en estos tiempos de cólera que nos está tocando combatir. Sólo por la poesía, que es inherente a la vida, tiene sentido y es humana nuestra existencia. Es la única capaz de hacernos ver el amanecer a través de una laguna mientras se enfila junto a la voz de los humildes a librar sus batallas.
0 Comentarios