Esta obra de Camilo Balza Donatti es una obra del tiempo. Del personal y familiar que lo llevó durante largos años a buscar, recibir y ordenar poema, imágenes y reseñas de escritores y escritoras con el propósito expreso de formar parte de una antología que por su carácter abierto, se parecía más al tiempo mismo físico acumulándose que a una antología propiamente, en la que el antólogo trilla la mies para separar el grano de la paja. Como aquel mapa de Borges que era tan exacto a la ciudad que la cubría perfectamente calle a calle, edificio a edificio, estos poemas, vuelven a estar en un texto salvados de una palabra que lo atraviesa incesante: la palabra "disperso". En efecto, parte de esa dispersión, la salvó Camilo con esta obra que reúne y acoge obra dispersa en publicaciones de diversas épocas, en buena parte y en especial las más remotas, en algún anaquel, en un facsímil, que no será más nunca abierto, tocado por mano humana y sensible, y que de seguro, no lo era hasta que Camilo llegó, tomó y fijó con la esperanza de que volvieran, de que resucitaran de nuevo en el papel. Este libro es un pues un libro imposible. Muestra de un fervor sosegado por la palabra poética. Un amor laborioso, detenido, que no conduce a nada sino a vencer el olvido definitivo. Esta obra introduce un breve paréntesis. Detiene por un momento la fugacidad. Es una obra destinada, concebida para las bibliotecas, para la Biblioteca Nacional, para las bibliotecas públicas, esos sitios que guardan lo que fue y lo ido que persiste, que desde allí murmura silabeando un mundo que se desvanece. Afirmación de la empresa humana, de su paso por la tierra. Es un regalo de Camilo a los zulianos, a su memoria. Le entrega parte de lo que hemos sido y que nos trajo hasta aquí, hasta este momento en que retornan al espacio público y compartido del libro. Aquí con él y en esta obra confluimos porque como dice el poeta Pereira, este instante forma parte de la cuerda de la eternidad y allí colgamos todavía. Yo, como instrumento editor de este libro, que junto a César Bracamonte que soñó esta noche con el poeta Camilo y que junto a la familia que lo acompañó en su empresa quijotesca que, como aquella, es eslabón que une dos mundos, uno que heroicamente se borra dejándonos sus oros mustios y esta otra que ofrece un puño de arena, un instante no efímero sino desechable, le dio forma a cientos, a miles de páginas, yo, digo, me siento honrado y extrañamente elegido por el azar, para intermediar entre la nada voraz y el amor, el gusto y reguisto de lectores y lectoras, ataviados como si de una esperanza en la humanidad se tratara, de curiosidad, ese caracol que recorre la superficie de las cosas. Gracias Selene por creer, por confiar, por hacer posible lo que sé que muchos consideraron imposible. Gracias Alcalde, por permitirnos una Feria del Libro, que comenzó cuando deberían comenzar todas las ferias del libro en estas nuestras sociedades americanas, todos los 28 de octubre, día de nacimiento de Simón Rodríguez, que vive en los libros, en la tipografía, en el pensamiento que se expresa poderosamente en la escritura. “La meditación y la experiencia me han suministrado luces, necesito un candelabro donde colocarlas: ese candelabro es la imprenta”. Sobre el arte de escribir, explica que éste “se divide en dos partes: pintar las palabras con signos que representen la boca y pintar los pensamientos bajo la forma en que se conciben”. De este modo la palabra escrita -dice el profesor Alí Rojas Olaya- se contagia del vigor de la palabra oral, del temperamento que está presente en el acto personal de comunicarnos -y del compromiso digo yo. No es poco en esta Venezuela que levantamos a pulso, dar inicio a una campaña electoral bajo el auspicio del legado poético de Camilo Balza Donatti y su pasión por la belleza perdurable y la advocación de Simón Rodríguez, que condujo al joven libertador al Monte Sacro para presenciar el juramento que hoy sus hijos e hijas, bajo el sol de la palabra empeñada, seguimos construyendo.
29 de octubre de 2021
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