4F, balance y perspectiva

 


José Javier León

5 de febrero de 2022


Este 4 de febrero tuve la oportunidad de asistir a un conversatorio en el Hospital Coromoto de la ciudad de Maracaibo. Ocurrió en el marco de la celebración de los 30 años de la histórica fecha sobre la que tanto se ha abundado. Qué decir, que ya no esté dicho.

Planteé sin embargo, cuatro elementos con la intención de introducirlos en el debate, en la valoración y en la perspectiva.

El primero, que el 4F nos dijo -más bien nos lo fue diciendo poco a poco- que existía la planificación. En efecto, en un país controlado por poderes extranjeros la planificación era prácticamente innecesaria, toda vez que su población sometida a los dictados de un poder externo a lo más le tocaba la sola angustiante tarea de la sobrevivencia. Eso sin duda nos dio ese cariz de improvisación, propio de las cosas que suceden porque sí, porque dios es grande; un permanente como vaya viniendo vamos viendo, porque en realidad lo que va viniendo no corre por cuenta nuestra e incluso muchas veces ocurre a nuestro pesar.

Eso lo sintió Bolívar en su momento cuando dijo: "nuestra suerte ha sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos hallamos en tanta más dificultad para alcanzar la Libertad cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había robado la Libertad, sino también la tiranía activa y doméstica."

Y fue, claro está lo que siguió sucediendo de alguna manera después; hasta que irrumpió Chávez y su idea de planificación. Nada nueva, cierto, pero sin duda bien distinta al estilo con el que medraron los "gobiernos" de las repúblicas a medias, chucutas surgidas de las guerras del siglo XIX.

El segundo aspecto, es que el 4F es el fruto de un evento imponderable. Lo comparé con la viudez repentina del Libertador, hecho trágico que a los 21 años lo llevó, una vez que fuera arrancado por su maestro Simón Rodríguez de la vida bohemia de un tarambana desdichado, nada más y nada menos que a jurar por la libertad de la patria y más allá, juramento que cumplió hasta consumirse.

Pues bien, esa viudez que le dio un giro de 180 grados a su vida, es comparable digo yo a la rebelión popular del 27F de 1989. Un imponderable histórico, un evento no controlado, una erupción que permitió rasgar el velo y precipitar los acontecimientos hasta la llegada irruptiva del comandante Chávez.

Tercero. El racismo. Un tema insoslayable para entender por ejemplo, la conformación del ejército libertador una vez que Bolívar comprende que sólo incorporando a los negros, indios y campesinos, era posible vencer como en efecto ocurrió, aunque no pudo por decreto imponer la abolición de la esclavitud ni evitar el desastre social que desataría la guerra federal.

Como sociedad seguimos arrastrando esa mácula que nos atraviesa, divide y enfrenta, y que cada tanto y de manera terrible resurge para decir que allí está, como se evidenció en la tortuosa construcción de los barrios, se incubó en la estética mediática y, más recientemente, no lo olvidemos nunca, incineró compatriotas en las guarimbas; como está difuminada en los aborrecibles avisos para solicitar personal con "piel blanca".

El racismo es pues, la base de la desigualdad y sobre esta se articula el sistema de reproducción social y económica del capitalismo.

Desde que apareció el zambo Chávez en pantalla aquel 4F el racismo ha sido una constante transversal en todos los conflictos, definiendo la naturaleza de las políticas públicas, el criterio de lo privado y lo público, modelando los vicios de la meritocracia, las formas de la exclusión, y un sinfín de prácticas a cuál más obscena en las que el color de piel y sobre todo apellidos y dinero, pesan más que las leyes hasta aplastarlas, torcerlas, desviarlas o tergiversarlas, dejándolas inútiles, como letra muerta.

Finalmente, un cuarto elemento. La heroica resistencia de un pueblo que ha sabido enfrentar la violencia racista e imponer contra viento y marea la paz. Una paz relativa y siempre asediada, pero que nos permite respirar la posibilidad como país, como nación, de luchar más juntos que nunca antes por una economía que, fuera de todo pronóstico, ha sobrevivido a una renta petrolera reducida a su mínima expresión.

Un hecho este, hay que repetirlo, insólito, que supuso que un sector económico comenzara a invertir en el país para generar -con recursos propios-, riqueza nacional. Ya no escuchamos la monserga del delfín de la polar pidiendo dólares al Estado para producir harina de maíz, y en cambio en los anaqueles hay al menos cinco marcas disputándose la preferencia del consumidor.

Y esto es sólo un detalle de un entramado político económico que buscaron arrasar los enemigos de la patria, los mismos que alentaron la diáspora y que hoy, son respondidos por factores económicos que despiertan con vigor y que necesitan a los jóvenes en el país y por eso, los incentivan pagando sueldos que ni de cerca los de la administración pública aderezando la atmósfera una contracampaña con base en artistas, deportista e influenciadores de toda laya que busca convencerlos de que este país no era el que te dijeron, sino un paraíso.

Esto que vivimos en el ojo de un huracán, hace parte de un debate enconado entre lo público con una renta mermada y lo privado con facilidades o en todo caso con capacidad de maniobra; entre el Estado social de derecho y de justicia y los buitres que viven de captar y acumular capitales, y que del país les interesan sus laxas facilidades y enormes recursos. Lógico: hacerse rico en Venezuela es más fácil que en cualquier otro lugar del planeta.

Un sector emergente que hoy participa con voluntad de poder -viniendo incluso de filas que apostaron en 2014 y 2017 por la destrucción- y que parece -al menos parece- desoír los mandatos directos de Washington, y luce una suerte de agenda propia que ya enfrenta a ese otro sector tradicionalmente recalcitrante, supremacista, racista a más no poder, que preferiría una invasión y una razzia a un mínimo de entendimiento y gobernabilidad.

En este escenario se pone en tensión otra vez como siempre -desde aquel abril de 2002-, la Constitución Bolivariana, y su garantía de protección al pueblo.

Con el espíritu estratégico, rebelde y libertario del 4F no perdamos de vista que sólo la Constitución del 99 nos permitirá seguir avanzando por la senda de la estabilidad y la democracia.

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