Hay pedacitos de acontecimientos que, convertidos en palabras, pasan la rigurosa prueba de la permanencia. El lapsus línguae de los "penes" (por los "panes") tiene un sitio allí. Ahora, el "no me acuerdo donde estaba hace una hora" tendrá, también, otro a su lado.
Los estudios del discurso, desde sus orígenes, insisten en que las palabras dichas forman un importante componente material en la vida de las sociedades; hasta el punto de que pueden "construir" y "constituir" realidades. Sin embargo, para que podamos valuar ese impacto se requiere ser riguroso en el cálculo de sus condiciones de producción. De allí que pormenores como ¿quién lo dijo?, ¿qué dijo?, ¿dónde lo dijo?, ¿a quién se lo dijo?, ¿cómo lo dijo?, ¿en cuáles condiciones (en cuál situación socio-cognitiva) lo dijo? etc., se consideran trozos del mundo inevitables para determinar la dimensión de la conmoción producida por lo dicho.
Juan Requesens, actual diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela, en una conferencia ofrecida en la Florida International University (en Miami) a venezolanos rabiosos, se subió a un atril para contarles sobre el país que quiere. Dijo mucho, de un modo y en un contexto socio-cognitivo que merece mucha atención… y deja bastante perturbación. Sobre todo porque causa escalofríos el sosiego y la deficiencia empática con que narra el periplo social que nos prepara.
En cualquier parte del mundo, ante el descontrol y los exabruptos en las conjuras políticas que aguantamos los venezolanos (afectos a una parcialidad político-partidista u otra), aquí y ahora, sus palabras sonarían no solo apocalípticas, sino como un testimonio de infatigable voluntad destructiva, de un corazón políticamente sórdido, de una intencionalidad cívica nefasta, de una ceguera social peligrosa. En cualquier parte del mundo, la confesión pública de Requesens sería un dato suficiente para que el sector que su mentalidad representa lo execrara de toda aceptabilidad ciudadana. Una mente que piensa así y lo haga público así, provocaría suficiente consenso social para la condena más severa. Menos, aquí y ahora, en Venezuela. Aquí y ahora, la narrativa de que el mal menor (toda la violencia y la destrucción desatadas) es válido por el bien supremo (lograr que Maduro renuncie y acabar con el chavismo) hace estragos en muchas subjetividades. Tolera y justifica, siempre. Las reacciones generadas (o las no generadas, más bien) por esta "conferencia", muestran la gravedad socio-cognitiva, ética y afectiva en la que se instiga a habitar desde esa narrativa.
De una disertación de poco más de media hora, dediquémonos a revisar su discurso (su mente, sus valores, sus creencias, sus proyectos de acción) bajo la lupa de algunos fragmentos. Desde hace ya bastante me he vuelto reiterativo (sí, obsesivo) en la denuncia de que esta nueva clase política venezolana está dando su batalla amparada en una orientación prefabricada desde los EEUU. Lo hace secuestrada e imbuida en la doctrina de Gene Sharp y de su "sistema conceptual para la liberación". ¿No me creen? ¿Bastará con comprobar la simetría de las palabras habladas por Requesens con las palabras escritas en el libro de Sharp? Únicas conclusiones posibles: colonialidad simbólica exacerbada, convencimiento dogmático, periferia mental sumisa y clasismo político desmedido.
PRUEBA UNO
La base de la propuesta de Sharp es la desobediencia civil, o como él prefiere llamarla: la "no cooperación" ciudadana. La traducción particular que hacen las mentes de la dirigencia opositora venezolana es la de "no cooperación forzada u obligada a lo arrecho". Resultado: la locura social.
PRUEBA DOS
Autoconvencidos de poseer un exclusivo gen democrático, ellos y solo ellos, deben conducir al país a la transición necesaria. Aunque en esa transición se deje el pellejo de otros. Lo importante es que luego tomen las "medidas duras" que ellos y solo ellos saben cuáles son.
PRUEBA TRES
Es necesario contar con el lobby internacional para arrinconar. El escándalo, cuanto más lo hagan y lo amplifiquen los de afuera, más impulso a la causa se obtiene.
PRUEBA CUATRO
Nada menos espontáneo. Aquí cada quien tiene un rol y una tarea. Así lo recomienda Sharp. Así lo reconoce Requesens.
PRUEBA CINCO
La dirigencia opositora sabe que el plebiscito es pura puesta en escena. Que no es una figura de consulta ciudadana presente en nuestra Constitución y por eso no posee ningún efecto legal. No obstante; importa solo su impacto simbólico. Una mecha para encender la pradera. Lo peor: lo que vendrá después.
Y hay mucho más para presentar y para insistir sobre la irritante concordancia entre las ideas expresadas por Juan Requensens en esa "conferencia" y cada segmento del libro de Sharp. Con ello persisto en la demostración (hasta la saciedad) de cómo la "planificación estratégica" (así la llama el propio Sharp) de la dirigencia opositora venezolana solo se limita a una inyección de 1.000 miligramos letales tomados de cada página de ese libro. Eso sí, muy estratégicamente "desobedeciendo" el punto vertebral de la propuesta conceptual del norteamericano: la exigencia de que la no cooperación ciudadana debería ser una decisión voluntaria, autónoma y colectiva y el compromiso de evitar la violencia. No este maligno acatamiento al que nos someten, a sangre y fuego. Literalmente.
Al final, este "politólogo" (como él mismo se autopresentó allá) dejó en su conferencia lo mejor de su interioridad, de su convencimiento y de sus deseos más doctrinales:
Ante tanta sordidez de esta neopolítica, sin comentarios. Ante tanta desempatía, solo heridas.
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