Nota al libro Venezuela 1989-1993: crisis política y crisis de legitimidad

 ImagenCon una redacción lúcida y vertiginosa transcurre este para mí importante libro de la socióloga cumanense Nellys Ramírez Díaz, publicado por El Perro y La Rana en 2012. Recoge el mismo un estudio hecho –así se percibe- al calor de los acontecimientos, con materiales provenientes de periódicos y revistas tocados de inmediatez y estupor. Las citas nos llevan a los de mi generación y mayores claro está, a hechos recientes pero que la precipitación de hechos actuales hicieron que quedaran atrás, de pronto opacos. El libro los trae de nuevo hasta nosotros, nos los re-presenta, los pone de nuevo sobre el tapete, revivificados. Lo que Nellys explica nos explica: el ayer que recoloca en su justa dimensión, sitúa el hoy en un punto cimero y álgido. Recomiendo, pues, su lectura.
En el libro podemos hacer seguimiento a la seguidilla de eventos que explican, por ejemplo, la caída del bipartidismo y la emergencia de Chávez. Pero también, y fundamentalmente, cómo ciertos y específicos actores de entonces no pudieron hacerse con el poder, los mismos que hoy continúan no sólo al acecho sino en un proceso continuado de deslegitimación. En efecto, se comprende cómo el «partido» protofascista «Primero Justicia» era el llamado por la lógica del capital a asumir el control «político» del país y además, y revela los factores que impidieron que ello ocurriera y, al contrario se abrieran las compuertas para este otro muy distinto presente.
Compartimos con Nellys que a la crisis política y de legitimidad corresponde dialécticamente un «proceso de politización y de elevación de la conciencia política en la población» (p. 16). Y la acompañamos también cuando explica la Formación Social Venezolana en tanto que dependiente del mercado capitalista mundial. Conciencia y politización por un lado y dependencia endémica al capitalismo neoliberal en su expresión fondomonetarista colisionaron precisamente en febrero de 1989 y la expresión del surgimiento de la nueva hegemonía se haría presente en debates, discursos, actores, procesos electorales, rebeliones y golpes.
En días recientes, cuando el presidente Maduro introdujo la solicitud de una ley habilitante para legislar de manera extraordinaria en la guerra contra la corrupción, planteó de manera meridiana el meollo de la pugna de los bloques de poder: el control de la renta petrolera.
Ese, decía
Es el centro de la batalla, no nos llamemos a engaños, es el centro de la batalla nacional, hoy por hoy la burguesía sigue buscando de diversas formas mantener el control de la renta petrolera, si a nuestra parásita e importadora burguesía criolla le sigue correspondiendo alrededor del 70% del producto interno bruto, quiere decir que la dinámica económica todavía está lejos del socialismo, muy lejos compañeros, camaradas, compatriotas, pueblo que nos escucha, no en vano la burguesía se dedica fundamentalmente al comercio ello le permite la más rápida y fluida captación de la renta petrolera y por allí se desangra el país, el cadivismo, la Venezuela potencia que soñara, trabajara y proyectara nuestro comandante es radicalmente antagónica con la expansión del consumismo en función de los intereses de la burguesía parasitaria, toquemos allí los puntos medulares de la acción revolucionaria que nos toca esta década y las décadas que están por venir para completar el ciclo de consolidación de la independencia por la vía de la construcción de un socialismo verdaderamente que logre el desarrollo económico queridos camaradas.[1]
En la IV República, dice Nellys Ramírez, «a través de la promesa populista de distribución de la renta se canalizaba la aceptación de las masas hacia ese patrón de acumulación específico, en el que el sistema partidista canalizaba el consenso, para asegurar la legitimación de un modelo de democracia representativa que estructuralmente tenía sus bases en dicho modelo de acumulación» (p. 29).
La crisis capitalista mundial hará que este modelo de distribución no pueda seguir sosteniéndose de modo que los partidos y sus promesas de bienestar quedarían definitivamente insatisfechas, a lo que sobrevendrían exigencias de la población cada vez más violentas seguidas de creciente represión que culminarían en nuestro caso, con el sangriento hito del Caracazo.
Descubre Nellys (citando a Rodríguez Rojas, El Globo, 9-03-03:24) que un nuevo patrón de acumulación estaba naciendo prohijado por el «libre juego del mercado» (eufemismo mediante) «representado por un trinomio de intereses como lo son el capital internacional en alianza a una burguesía y una clase política ‘trasnacionalizada’» (p. 37)
Había llegado la hora de que la burguesía desembozada y sin los arrabiates de los partidos políticos de base social popular tomara el poder, se hiciera de la renta petrolera y se dedicara a jugar a la bolsa y a consolidar al interior del país un Estado policial de Tolerancia Cero. Había pues, sonado la hora del fascismo y de fundar un partido que sirviera de mampara electoral para cubrir los rasgos más criminales de la plutocracia antipolítica.
Eran precisos ajustes neoliberales, shocks, y por supuesto represión. Pero el capital y su decurso no contaron con el surgimiento de un militar díscolo, bolivariano, extraño y antípoda a la Escuela de las Américas y al Consenso de Washington. El 4 de febrero de 1992 sería el primer golpe militar fuera de la esfera de la CIA, el Pentágono y la Embajada Norteamericana, es decir, contra las políticas neoliberales en la región.
Ese primer y contundente golpe a las bases del modelo de acumulación de las élites iba a despejar el camino para que llegara al poder Hugo Chávez en 1998, no sin antes impedir –además- que se pudiera concretar un golpe de ultraderecha necesario para –terrorismo mediante- aplicar las medidas neoliberales urgentes para que el patrón de acumulación siguiera su curso. Este golpe no ocurrió, la preparación subterránea de la rebelión militar bolivariana abortó el nacimiento de un gorila y finalmente Caldera –literalmente momificado en el acto de representar el último vestigio de la partidocracia y cabeza de lo que sobrevivió: «el chiripero»- con un falso discurso social intentó avanzar, pero ya sin fuerzas en la aplicación del «paquete» pendiente.
Sin embargo, la última y desesperada expresión de los partidos en las elecciones de 1998 no pudo ya evitar el triunfo de Chávez y, en vez de las medidas macroeconómicas del FMI y la tesis del Estado Mínimo se impuso el renacimiento de la política y del Poder Constituyente.
Pero en apenas dos años, las fuerzas de la burguesía reagrupadas y reimpulsadas se lanzaron contra el todavía incipiente proyecto de gobierno bolivariano avivado por el enérgico presidente Chávez, que ya para entonces había dado un viraje a la geopolítica petrolera y reagrupado a los exportadores de crudo. Se lanzaron con todas sus fuerzas pero apareció lo insólito, regurgitó la historia acumulada y el golpe fascista fue barrido en 47 horas.
Diez años más tardaron en recomponerse los mismos actores, la burguesía (ya en los 90 capitaneada por el hambriento grupo Polar devenido – según Domingo A. Rangel «casi entidad trasnacional», p. 207) y el capital internacional. Hoy asistimos a un nuevo avatar de la misma corriente histórica que el libro de Nellys nos ayuda a comprender y a visualizar, al tiempo que nos aclara cómo es que en medio de la violencia que han pretendido sembrar los sectores fascistas se mantiene la paz que nos permite avanzar en la construcción del socialismo.
Tenía razón Chávez: él y su proyecto son la garantía de la paz. La imposición del modelo de acumulación de la derecha fascista conlleva violencia y represión. Su plan, único, siempre ha sido: «privatización de PDVSA, confiscación de prestaciones sociales, apertura total al capitalismo foráneo, mercado sin límites, purga de medio millón de empleados públicos (hoy serían muchísimos más…)» (Mieres, F., el Globo 28-10-93:29, citado por Nellys Ramírez). El pueblo venezolano, hoy más hijo de Chávez que nunca, formado y forjado al calor de estos años, no permitirá sin resistir hasta las últimas consecuencias la imposición del eterno «paquetazo».
Y hoy el pueblo no es el mismo del 89, del 92, del 98, del 2002. Hoy el pueblo está mucho más maduro, y la expresión cotidiana de su guerra contra el fascismo y el capital es ejemplo para el mundo.

[1] Solicitud de poderes habilitantes para batalla a fondo por una nueva ética política, en http://www.avn.info.ve/contenido/solicitud-poderes-habilitantes-para-batalla-fondo-una-nueva-%C3%A9tica-pol%C3%ADtica

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