El valor del dinero

En un blog que extrañamentre feneció...
Debe ser una escandalosa obviedad, pero sólo ahora lo percibo: el dinero sólo tiene valor porque le da valor a lo superfluo. Es sencillo (lo digo para mí, que no lo veía antes): si sólo intercambiáramos cosas necesarias, las cosas tendrían valor desde la necesidad, pero he aquí que cambia el valor según la escasez y la abundancia. La primera lo aumenta, la segunda lo rebaja; no cambia pues, por la necesidad, sino por la posibilidad de sacar dinero a la ventaja que proporciona la necesidad. Obtener ventajas y de ellas extraer más dinero, es una de las fuerzas dinamizadoras de lo que llaman economía liberal. Como de lo que se trata es de obtener más y más ganancias, se construyen necesidades (publicidad, por ejemplo) pero también escaseces (acaparamiento). Lo que queda a la vista (demasiado diría yo) es que estamos lejos de las necesidades reales y del valor real de las cosas porque lo que pesa y determina es la necesidad de acumular riquezas, para lo cual se manipulan las “necesidades”, la abundancia y la escasez. Lo que pagamos no es lo que la cosa vale, porque en su valor está presente el “valor” del dinero, que no refiere a la cosa en sí (cómo las palabras no son lo que nombran), sino a aquello asequible sólo con y por el dinero y sólo por y para aquellos que pueden “comprar” lo superfluo. Que el necesitado “necesite” comprar lo superfluo es un drama capital, pero no contradice lo antes dicho aunque el ejemplo se emplee para justificar el estado de cosas. Se precisa pues, el dinero para poner una barrera, un muro a los privilegios y a los privilegiados. Se compra con dinero el “confort”, el tiempo libre, el ocio acomodado. Cuando compramos lo que necesitamos y lo compramos siempre con sobreprecio, estamos pagando con el excedente el confort de los privilegiados. En las sociedades laicas injustas y desiguales la absoluta extrañeza se adquiere con dinero. Pero. El dinero pierde su poder si reducimos su uso para el intercambio, para la compra y venta de lo verdaderamente necesario; se acrecienta su poder, en cambio, cuando aumenta lo suntuario. ¿Cómo adquirir lo innecesario si no es con algo como el dinero? Se puede practicar la fuerza, exigir el cumplimiento de un deber injusto, pero ¿hasta cuándo se puede mantener esa situación? ¿La esclavitud no cayó por su propio peso? Peor: ¿Ha acaso desaparecido? La manera más “política” de ejercer dominio y fascinación, es a través de la cultura del dinero, de su ostentación, de la entronización del absurdo. Las actividades de compra y venta de lo necesario mantienen viva la ilusión, nos permiten creer que el dinero en verdad sirve (y se necesita) para el intercambio, pero en verdad el valor del dinero y de las cosas que compramos y vendemos, proviene de los niveles de confort, lujo y comodidad a los que se puede llegar exclusivamente con él y por él. Reducidos los privilegios, el dinero perdería valor, no generaría ninguna fascinación, ningún poder sobre los otros, no levantaría ningún muro, ninguna frontera mágica, ningún reino de lo deseado e imposible. Las cosas valen verdaderamente en la medida en que la necesitamos para vivir; pero el dinero y los privilegios que conlleva pervierten el mundo de la necesidad, y tornan necesario lo innecesario. Esto innecesario es profundamente deseado, y es por ese deseo a veces desmedido que el dinero acrecienta su valor, y en la medida en que más cosas superfluas se adquieren con más y más dinero, entonces, hacia abajo, las cosas se valorizan, hasta que lo verdaderamente necesario se re-carga del valor nacido de lo superfluo, como buscando compensar, equilibrar lo que nunca tendrá equilibrio porque nació de lo inequilibrado, de lo inestable por excelencia, porque, ciertamente, no puede aspirar al equilibrio lo que nació como privilegio de los menos sobre los más, de los muy pocos sobre los muchos, élites que quieren conservar su situación y para eso tornan más y cada vez más inasequible, inalcanzable su posición, levantando un muro cada vez mayor, ahondando un abismo cada vez mayor, abriendo una zanja cada vez mayor, abonando el muro, el abismo y la zanja con más y más dinero, aunque, por lo que logro entender, no es el dinero lo que en verdad se acumula y acrece, sino su valor, eso con lo que se compra –y produce- lo superfluo, lo suntuario, lo innecesario. Por cierto, nada más superfluo, suntuario e innecesario, que el poderío militar alimentado por los tsunamis de dinero proveniente del narcotráfico. Que el desplome de la economía de EEUU vaya acompañado del derrumbe del estado paramilitar colombiano es una manera de leer que el dinero del narcotráfico proveniente del Plan Colombia no ha sido suficiente para sostener el valor superfluo del dólar y del american way life. ¿Qué actividad global -debemos preguntarnos con no poca preocupación- podrá seguir alimentando el valor superfluo del dinero?

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