El chavismo va solo a las elecciones




José Javier León
@joseleon1971_

Definitivamente. Sólo los chavistas vamos este 6D a unas elecciones para votar por nuestros diputados (que ya elegimos en primarias) a la Asamblea Nacional, una institución bolivariana que sustituyó al extinto Congreso de la IV República cuando el país no era exactamente una república sino una colonia norteamericana. Esa es la verdad, dicho así de manera lacónica.



La llamada oposición, que no lo es, no tiene ni ha tenido nunca planteado ir a elecciones. No sólo a estas, sino a todas las anteriores. Su único plan ha sido aprovechar el escenario electoral (pre –electoral – y post) para pescar en río revuelto. Por eso, desde mucho antes regaron la especie de que el gobierno no aceptaría medirse, como lo dijeron hasta el hartazgo cuando el Revocatorio. Esa matriz ¡todavía! hay escuálidos que la repiten: a tan solo dos días dicen que el gobierno no va a elecciones porque las tiene perdidas. (Y no me lo contaron ¡lo escuché!)



Desde mucho antes han buscado sabotear o darle un golpe decisivo al sistema eléctrico, han buscado incriminar al gobierno con acusaciones que van desde el narcotráfico hasta el atentado contra “dirigentes” opositores. El concierto internacional tiene decibeles injerencistas altísimos, desde Almagro hasta el Jefe del Comando Sur quien reza 40 segundos diarios para que en Venezuela haya pañales y papel toilette.



Pese a todo, al menos para la hora que escribo –rayano el día 5- y dado el 100% de despliegue del CNE habrá elecciones. El llueva, truene o relampaguee de Maduro, apostando por unas elecciones en “paz” está por consumarse. Confiemos que así sea, y que de haber intenciones aviesas de ejecutar planes terroristas en contra de la paz nacional que busquen empañar o impedir la expresión del poder popular, sean desarticuladas.



La derecha, pues, no va a elecciones ni se preparó para ello. Toda su energía la montó en la posibilidad de darle una patada a la mesa y desbaratar el Estado de Derecho y de Justicia creado por la revolución y que desconoce y niega olímpicamente. Va a las “elecciones” sólo como parte de la panoplia de opciones que tiene para dar un golpe de Estado. Lo ha dicho, además, expresamente.



En lo fundamental, niega absolutamente todo lo que tenga que ver con el gobierno, y por supuesto niega y desconoce todas las instituciones y organizaciones bolivarianas. Su sueño más preciado es que se cumpla la retahíla de destituciones voceadas por el todavía con pelo Julio Borges en aquel video de ingrata recordación y que fue ratificado días u horas después en la coronación de Pedro el Breve. Que todo lo que huela a chavismo desaparezca y si hace falta que desaparezcan los chavistas, será considerado un daño colateral. Por supuesto, la canalla que hoy niega a la revolución seguirá haciendo más o menos lo mismo, en ese caso negar la resistencia, criminalizarla, como de hecho ya lo ha hecho, ya lo hace.



Vamos a elecciones tras prácticamente dos años de guerra económica, de sabotajes, de crímenes. Ataques macro y micro. Desde la guerra expresada en los precios del petróleo hasta el productor de huevos que los esconde o destruye para no sacarlos a la venta regulada. El monstruo pareciera tener infinitas cabezas. Y en este escenario, fabricado para que se desencadenen mil demonios, vamos a elecciones y, como buenos hijos e hijas de Chávez, lo hacemos con espíritu victorioso, contagiante, entusiasta. Organizados como nunca antes, unidos como nunca antes.



Porque nosotros, insisto, sí vamos a una elecciones aunque la verdad ya elegimos: Vamos a votar por nuestros candidatos quienes de más está decir, son los únicos que actúan como tales, los únicos que han dado la cara y presentado propuestas, hecho planteamientos. Los de la derecha no se han presentado ni expuesto, y la verdad son impresentables.



La derecha ha esgrimido un solo “argumento” electoral: el odio al gobierno. Su gente votará en contra del chavismo, y lo hará de manera irracional, casi instintiva. No votará por “candidatos”, de hecho ni los conoce. Votará a una masa abstracta que reviste la forma del odio. Votará sencillamente en contra, ignorando que vota incluso contra sí misma. La clase media por ejemplo, votará por quienes desde la Asamblea o desde lo que quede de ella “legislarán” para que las hipotecas y créditos se tornen impagables.



La población disociada no vota por diputados a una asamblea porque le importan un rábano los diputados y la Asamblea Nacional. No les incumbe debatir porque la confrontación de ideas y proyectos (que es en lo que en teoría se hace en una Asamblea) los tiene sin cuidado. Para el escuálido, ideas y proyectos son conceptos vacíos: su única idea y su único proyecto es hacer dinero a costa de lo que sea. Por eso, bachaquear o raspar, especular o robar, son prácticas tenidas por legítimas sobre la base de que “todo el mundo lo hace”.



En ese escenario social y moral, discutir ideas y proyectos, construir ciudadanía y respeto, es absurdo. El capitalismo no sólo insensibiliza, además irresponsabiliza, creando condiciones para la vida salvaje que propicia el surgimiento de lobos hambrientos o zombis. Si la derecha toma el poder “político” lo primero que hará es abolirlo, dejarlo sin efecto: disolver la Asamblea y llenarla de aparato y discursos huecos es uno de sus objetivos primarios.



La presidencia sería un subproducto de ese vaciamiento: el presidente sería un títere de los empresarios y, si fuese un empresario, gobernaría como tal, como el primero de ellos en un país tomado y controlado por el capital.



Si alguna vez se ha visto con meridiana claridad la confrontación de dos modelos, el político y social, humanista y solidario del socialismo, y el antipolítico, antisocial y egoísta del capitalismo, es hoy por hoy en la República Bolivariana de Venezuela.



El 6D los chavistas iremos a las urnas electorales para decirle al capitalismo que queremos seguir siendo dueños del país y de nuestros recursos. Que queremos trabajar, equivocarnos y levantar la producción sobre los hombros de nuestros trabajadores y trabajadoras para satisfacer nuestras necesidades y no las del capital. Que queremos seguir soñando con otro mundo posible.



Los poderes fácticos que gobiernan el mundo e imponen su tiranía, han enfocado todas sus baterías –hasta ahora simbólicas pero crecientemente económicas agravadas con la amenaza militar- contra la Patria que nos dejó Chávez en las manos y sembrada en el corazón.



Llegar a las elecciones ya es sin duda, parte del triunfo. Falta ratificarlo con una mayoría de diputados y diputadas bolivarianas. Los que lleguen de la derecha –por mero defecto-, pagarán su minoría como ya lo hicieron en el período legislativo que se cumplió inasistiendo, burlándose en los debates, votando en contra absolutamente de todo, porque en verdad sólo aguardan el momento de disolver el parlamento e imponer el silencio inargumentativo del interés capitalista.



Al capital no le interesa la política y cuando va al asalto del poder político es para eliminarlo, para dejarlo sin efecto y sin consecuencias, para travestirlo y caricaturizarlo, para vaciarlo y dejarlo exánime. La derecha usa el disfraz político para infiltrar las instituciones y vaciarlas de ciudadanía. Su objetivo señero es privatizar.



La política es una rara avis en el mundo del capital. Y para acabar con la política el terrorismo –siempre financiado por el capital- está a la vuelta de la esquina. Las elecciones en Venezuela son sin duda un milagro de la paz. Y si el pueblo vence –que vencerá- la sabremos imponer con toda su razón y verdad.







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