Post Data.
Lamentablemente mis dotes de pitoniso son terriblemente pésimas. En otras palabras, no pego una. Este texto fue escrito en la madrugada del 6D cuando Venezuela se aprestaba a celebrar unas elecciones cruciales para el futuro de la Patria y escribí entusiasmado por la posibilidad de que pudiéramos vencer la guerra económica y a los medios. No fue así. La revolución por ahora fue derrotada y las consecuencias de dicha derrota pronto, ya, se anuncian con vaticinios procelosos. La batalla se viene en todos los frentes, la conflictividad se asoma pero ojalá sepamos dirimir las peores contradicciones como sucedió este 6D de manera ejemplar. En elecciones libérrimas y transparentes. Los venezolanos fuimos víctimas de una propaganda de guerra brutal y la victoria que yo esperaba era verdaderamente más milagrosa y heroica que política porque suponía un grado de conciencia que aún no hemos alcanzado. Somos muchos. Los chavistas somos más de 5 millones y ese caudal es extraordinario para enfrentar cualquier amenaza y para ir a cualquier lucha. Espero que la dirigencia sepa conducir-nos a la victoria pese a la reconfiguración continental de una derecha fascista y terrorista que pretende conquistar el mundo todo. Dejo el artículo sin embargo, porque testimonia una ilusión y apunta tímidamente a lo que fue nuestra estrategia electoral frente a una bestial propaganda de guerra que inhibió a muchos y doblegó la voluntad de los más favorecidos por el gobierno socialista que terminaron embobados por un CAMBIO que representra el más franco retroceso a las fauces del capital trasnacional.
Amanecerá. Amanecerá y veremos!
10 de diciembre de 2015
José Javier León
@joseleon1971_
Las
elecciones no son exactamente un evento político. Lo que digo, obviamente, es
algo muy personal, pero prometo en las líneas que siguen intentar explicarlo.
Soy de la opinión
de que la política es debate, deliberación, uso individual y colectivo de la
argumentación, es decir, la palabra es indisociable del diálogo, de modo que en
política nada puede ocurrir que no pase por las palabras. Pero las elecciones le deben tanto a los efectos mediáticos y de masas que las palabras –aunque
importantes, quien lo duda- están como relegadas a un segundo plano, incluso pueden llegar a no contar pues
se impone la imagen, el marketing, imágenes y palabras prefabricadas,
vacías de contenido.
Y es aquí
precisamente donde observo que la política requiere de las palabras llenas de
sentido, colmadas, plenas. Sin palabras verdaderas no hay política.
Pero, estas palabras
necesitan dialogantes. La palabra requiere tiempo, paciencia, disposición a la
escucha y a la comprensión. Respeto. Como sabemos, no es lo que abunda, es más
se trata de un bien bastante escaso. Por eso, insisto, las campañas electorales
hacen las palabras a un lado y optan por los efectos. Las campañas son pues, efectistas.
Para ganar
unas elecciones mal se pueden emplear sólo palabras. Repito para que no se
malinterprete: se necesitan palabras pero estas tienen que venir acompañadas de
efectos, sin los cuales, el receptor sencillamente no se sentirá motivado ni
atraído.
Y se dirá
con razón que los que votamos por Chávez lo hicimos arrobados por su palabra…
pero, recordemos la campaña para el 07 de octubre y lo veremos hablando sí ¡y
cómo! pero rodeado por una cantidad de efectos que lo convertían en cada escenario
en una suerte de rockstar. Y ello nos complacía y divertía. Porque se de trata de ser
atraídos, enganchados, seducidos por la química. Y para colmo vino aquella
lluvia literalmente providencial, el efecto de los efectos.
Las elecciones
entonces son un evento de masas y por tanto, mediático, sujeto a los ritmos de
la televisión, del espectáculo, donde la palabra no tiene tiempo para durar,
para crecer por dentro, madurar, sino tan sólo el tiempo de estallar y romper, como lo hizo,
por cierto, el “como sea”.
En esta
campaña se enfrentaron dos maquinarias efectistas: una que promovió y “posicionó”
la gestión (entrega de casas, taxis, transporte, magnas obras, pensiones,
tablets por miles y miles), otra que promovió el odio, la desesperanza, la molestia, el
desaliento.
Los creativos de esta campaña se equivocaron largo a largo porque
el pueblo venezolano se crece en las dificultades. No pocas veces el venezolano -con cierta carga efectista, todo hay que decirlo- se ha mostrado solidario, comprensivo, dado a los otros
cuando aparecen dificultades muy serias. De pronto, pasando por encima de las
mayores limitaciones, el venezolano -con una sonrisa- deja a un lado prejuicios, posiciones, creencias
y echa pa’ lante.
En el tiempo
relámpago de una campaña electoral resultó perfecto hacerse de este impulso
idiosincrático y emplearlo a fondo. Fue lo que hizo el chavismo y los frutos
los recogeremos hoy, al cerrar este día que apenas comienza.
VENCEREMOS!!!
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