(Apuntes de clase, correspondientes al curso de Epistemología de la
Comunicación del día 23 de abril de 2018)
José Javier
León
Los medios de comunicación generan, entre otras cosas,
noticias, acaso su producto paradigmático. Éstas responden a los intereses no
sólo de los medios, que son empresas como se sabe o debería saberse, sino especialmente
a los de sus dueños que, a su vez hacen parte de conglomerados empresariales, de
modo que las “noticias” (y por qué no, los periodistas) fungen de perros
guardianes, cuidan, velan, protegen, pero sobre todo encubren dichos intereses.
No está de más insistir: los medios producen sus noticias y éstas, re-producen
(interesadamente) la realidad que mejor les calza.
Para hacerlo, recurren formalmente a algunas herramientas,
por ejemplo, la inmediatez.
La última hora, el último minuto, lo urgente, ocupan segundo a segundo las
pantallas en especial de los móviles tal cual espejos que reflejan la
“realidad”, anteponiéndose a todo lo
que acontece. Esto inmediato produce un efecto que anestesia. Lo inmediato es
lo real que no admite razonamiento. Lo que está pasando es lo que está
ocurriendo en las pantallas y la
redacción (cuando la hay) despojada, escueta y “objetiva” no deja lugar a
dudas.
Los hechos no se relacionan ni mucho menos se cuestionan;
son. Ahí están, acompañados de textos urgentes y fotos impactantes.
No pensar ni establecer relaciones permite la composición e imposición
de un modelo de realidad o una realidad modelo, ajustada, hecha o cortada (más
bien editada) a la medida de los medios, vale decir, de los intereses detrás de
los medios.
El no pensar se logra con la retórica insistente y tóxica de
lo urgente, lo impactante cargado de amarillismo, escándalos, violencia -mejor
si es gratuita (terrorista y fascista)- y morbo, mucho morbo. Lo que se busca,
lo que busca la producción de –este tipo de noticias, y lo que hemos visto es
que todas las noticias en el ámbito que sea adoptan esta tipología-, es reducir
la capacidad de razonar, de establecer relaciones, de comparar, de recurrir al
expediente de la historia, a los datos, a la información. Lo impactante
persigue aturdir, y también –al corto y mediano plazo- insensibilizar.
Lo logra la mera publicidad que ocupa prácticamente todas las
horas de exposición ante las pantallas, o el terrorismo y sus spots macabros, o la crisis, o las
catástrofes, o la violencia callejera, cuando no los bombardeos (seleccionados
y selectivos, porque no es lo mismo bombardear Yemen que Siria o Gaza) en vivo
como si se tratase de una lluvia de fuegos pirotécnicos. O bien, la explosión
de sensualidad, pornoerotismo y derroche a todas luces ilícito que pintan los
artistas de moda y que los jóvenes quisieran emular a costa de lo que sea.
La técnica consiste en aplicar una especie de shocks emocionales que suspendan la
capacidad de pensar, de sopesar, de evaluar. Y, mientras más anuladas sean estas
actividades propias del ser humano, más cerca y más proclive se estará del
ejercicio de prácticas inhumanas, por no decir animalescas (aunque ciertamente,
sólo los humanos nos solacemos en la tortura).
El plan pasa entonces por sobreexcitar o llevar al límite la
capacidad de recibir “información” de manera que las respuestas a la avalancha
de textos e imágenes no amerite palabras, lenguaje razonado, sino a los sumo
gestos y ruidos prácticamente inarticulados, rayanos en la histeria o la desesperación.
El modelo de realidad acoplado a los intereses de las
corporaciones cumple así su ciclo de gestación. Lo que se busca es que no se
piense en dicha realidad-modelo. Que se perciba sin atenuantes el consumo
desenfrenado de una elite, y que los pobres nos fascinemos con los oropeles,
joyas y adicciones de los “artistas” o de la “gente” que exhibe su riqueza como
habitantes de otra galaxia. Que no se cuestione -el origen geopolítico- del
hambre, la guerra, la miseria, que desatendamos los fines desarrollistas que
impulsan los destructores del planeta, que se escamotee el racismo, la
discriminación y la explotación contra los trabajadores y trabajadoras por parte
de un sistema depredador, que no nos indigne el uso y abuso de las mujeres y
los niños, que no aborrezcamos los crímenes de Estado y el uso del terrorismo
como arma de destrucción intensiva y la proliferación de mentiras mediáticas que
abre las puertas del infierno, con la destrucción de pueblos enteros.
El modelo de realidad no admite contrarréplicas, porque lo
que se está produciendo al minuto, lo que se ha viralizado, lo que se conoce en todas partes y por todos los
medios, es la ristra impactante de noticias de última hora que confirman una y
otra vez que sólo un mundo es posible, el del dinero, y su reino, el inmarcesible
de las mercancías.
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