Orlando Villalobos
La identidad es siempre una relación con el otro, en un tiempo determinado. Carlos Marx en sus Tesis sobre Feuerbach establece que “la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales”. Eso que se denomina la conciencia de clase no es otro asunto que la conciencia social que se tiene o adquiere.
En la antigüedad, la escuela aristótélica creó el término identidad a partir de ídem (mismo), y ens, por lo que en latin identitas se tradujo como “el mismo ser”. Pero si no se toma en cuenta al otro se limita a un concepto insuficiente.
Tener sentido de la identidad y de la memoria –que es otro asunto crucial- es demasiado valioso porque nos dice de dónde venimos, quiénes somos y cuál es nuestro horizonte.
Un zuliano puede decir que es de su pueblo, de su ciudad, de su país y de la patria latinoamericana, como una manera de explicar sus orígenes y sus vivencias actuales. Somos de dónde son nuestros antepasados. No es nueva la frase pero dice bastante.
La idea de ser maracucho, maracaibero o marabino está arraigada entre nosotros. Lo mismo vale acerca del gentilicio de zulianidad. Menos mal, porque sirve de barrera, muro de contención, a la globalización depredadora que busca avanzar borrando raíces y huellas propias.
Tener esa idea de que pertenecemos a la tierra y tener un lugar en el mundo –en Maracaibo, Carora, Coro, San Félix o Caripito- resulta algo fundamental ahora que el neoliberalismo reconfigura el mapa, quiere borrar a unos, apoderarse de los territorios ricos en minerales y traza cada punto y cada raya.
II
No tiene nada de novedoso referirse a lo zuliano o la zulianidad. También se usó el término zulianía. Sólo que ahora es preciso retomar o reponer la idea de zulianidad pero con un contenido próximo, cercano y entrañable. Luce pertinente la anotación de Luis Prieto, historiador, sobre el tema: “Es la conciencia del ser regional. Es el sentimiento de que somos distintos y de que hay elementos que nos unen. La zulianidad está presente en nosotros porque existe en la memoria colectiva del zuliano”.
Lo zuliano nos da identidad y está en la memoria. Dicho así se parte de una concepción que se nutre de lo que somos y buscamos; no es algo que esté vinculado con una fecha histórica, como un extravagante concepto de la zulianidad lo quiere hacer ver.
Aquí se llegó, en el periodo del gobernador Manuel Rosales, a fijar el 28 de enero como día de la zulianidad, mediante el decreto número 272 de fecha 28.01.2002.
Ese decreto de Rosales hace alusión al 28 de enero de 1821, fecha en la que el ayuntamiento de Maracaibo se declaró independiente de España y solicita su constitución –creación- como Estado independiente y soberano. Allí está el detalle. Se separa de España pero también del proyecto emancipador bolivariano.
Hay en ese decreto de Rosales –todavía vigente- una intención secesionista. En la Venezuela actual el proyecto de separar al Zulia -o buena parte de este- de Venezuela, forma parte del plan de agresiones que fuerzas extranjeras, pro estadounidense, ejecutan. Ese proyecto está ahí. Es un peligro latente. Parece que no, se alega que no, pero sigue deambulando por allí, esperando nuevas oportunidades.
Una iniciativa política urgente es la de eliminar ese decreto que, sin querer queriendo, mantiene viva la posibilidad de la separación de una parte de Venezuela y presentar, proponer y desarrollar una narrativa -contrahegemónica decimos nosotros- que recupere desde la identidad y la memoria, una noción de zulianidad afincada en nuestros valores, cultura e historia
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