Por
Yldefonso Finol
No voy a hablar de los contrarios. Hoy no gastaré un par de caracteres en esa gente. Sólo dejaré anotado que nuestra lucha es contra el imperialismo gringo y las plagas que éste riega por todo el planeta traducidas en hambre, guerras, destrucción, crimen y neocolonialismo.
Hoy quiero centrarme en nuestro Presidente y candidato a la reelección: Nicolás Maduro.
Desde hace mucho tiempo acuñé el decir que el verbo más peligroso en política es el verbo escoger. Se arriesga el pueblo al elegir, pero también se arriesgan los líderes, los caudillos históricos, al escoger sus colaboradores: ¡cuán grande es el riesgo de escoger un sucesor!
Evitaré la tentación filo-histórica de adentrarme en la escogencia para vicepresidente de Bolívar, un “detalle” que volteó la historia republicana del continente.
El Comandante Chávez, en el aquel momento terrible de su vida, escogió con el alma y la sapiencia popular acumulada que él supo interpretar.
Chávez escogió a Nicolás. Los enemigos de la Revolución Bolivariana calcularon que apretando nos “torcerían el brazo”.
Pero no lo lograron; once años después, no han podido con Nicolás.
El primer y mayor triunfo de Nicolás Maduro como presidente de un país “sitiado”, ha sido sin duda la estabilidad política ganada a pulso sobre todos los malvados intentos de desestabilización y magnicidios.
Dijo El Libertador en Angostura que la estabilidad es una de las tres virtudes del mejor gobierno, y sabemos que con ésta es que se ganan las otras dos: seguridad y felicidad social.
Decir estabilidad es decir la paz: el bien más preciado, sin el cual toda esperanza de una mejor humanidad se perturba.
Pero Nicolás también es la única opción de diálogo y reconciliación en una Venezuela que la injerencia extranjera y las concepciones fascistas colocaron todos estos años al borde de la confrontación civil. Nicolás ha llevado las tormentas al muelle cálido del abrazo entre compatriotas de las más disímiles ideologías. Hasta su buen humor ha servido de calmante en grandes controversias.
Nicolás es la única garantía de continuidad institucional, el resto se muestra como un abismo de incertidumbres sin plan ni bitácora.
Nicolás representa la defensa del Esequibo y la soberanía plena de nuestra territorialidad, y en ello fue capaz de unir a toda la nación, incluidos los sectores de la oposición legal en cargos de gobiernos estadales y municipales.
La posibilidad cierta de recuperación petrolera que hoy palpamos pese a los ataques del gobierno de Estados Unidos, y la generación de una economía diversificada con mucho éxito en los últimos cinco años, le dan a Nicolás un aval que más nadie puede ofrecer. Esa vocería autorizada sobre nuestro nuevo modelo económico no se puede improvisar con una aventura electoral a ciegas.
Nicolás Maduro trasmite diariamente una sincera comunión con los valores más altruistas de la humanidad. Su liderazgo trasciende el episodio específico de unas elecciones inminentes, va mucho más allá; es la posibilidad de que Venezuela, América Latina y el Caribe preserven su soberanía, y no sucumban al proyecto recolonizador que se nos viene imponiendo desde el Comando Sur y sus perros falderos en el vecindario.
Nicolás tiene coraje del bueno, del que le suma poder a las mayorías trabajadoras; un valor agregado que no abunda por ahí…
¿Comprenden por qué la cosa es con Nicolás?
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