La
poesía experimental
De
Juan Pintó.
Universidad
de los Andes. Talleres Gráficos Universitarios.
Mérida,
1983. Pp. 135
José Javier León
El
animal sabio
enciende los huesos de sus alas claras
La
quieta montaña apaga el fogón
levantando las nubes
El
calor sediento del huracán asciende hasta la música
Los muros
de carbón marino entierran las brasas áridas
Y el mar
de
aguas claras
enciende el candelabro sediento
Cuantos libros
permanecen en la biblioteca largos años sin ser abiertos, acaso por
suerte una ojeada, un solo vistazo y otra vez vuelta al anaquel,
quién sabe hasta cuándo, a veces para siempre. Así pasó/pasaba
con este de Juan Pintó ¡cuántas veces! hasta que por fin lo tomé
y me tomó. Quedé encandilado y sorprendido. Les pasaré a referir,
como a dejar constancia de ese asombro.
Lo hago además
porque hace poco volví a la escritura de textos poéticos y porque
he acumulado tangencialmente algunas experiencias con un taller que
llamo Ars Poetica,
con el que juego y fabrico poemas como el que sirve de epígrafe a
esta nota y que fue escrito colectivamente.
Lo que dice y explica Pintó (Maracaibo, 1943), ilumina y se adentra
en la magia de ese taller. En efecto, con aquellos poemas nacidos de
la selección y la combinatoria estocástica, “el significado no se
anticipa en el sentido de que está presente con anterioridad a su
expresión lingüística, sino
que se origina más bien con o en el lenguaje”
(pp. 29-30)
Comparto por ello
estas líneas y en especial busco reavivar la llama de la palabra
poética que abre y explora mundos (de) sentidos más acá de las
palabras, más allá del sentido: “simultaneidad de la comunicación
verbal y no verbal, o sea comunicación de formas
-estructura/contenido-, no de comunicación de mensajes
tradicionales” (p. 34). Formas poéticas que, como dice Pintó,
destruyen “los valores lógico-sintácticos en el discurso” y
revalorizan “la palabra como objeto y más aún como imagen”,
para lograr que “cada palabra tenga una carga nueva, transfigurada
por sus relaciones asociativas y no limitada por el peso jerárquico
de los valores lógico-sintácticos” (p. 6). Desarrollo y
despliegue de la metáfora mallarmeana: “los
versos no se hacen con ideas sino con palabras”
(p. 8). A eso se acerca intuitivamente el taller de producción
poética que comenté y por eso el libro de Pintó me incitó a la
lectura y al comentario. Es un libro éste para recordar que cierta
poesía supone una sintaxis hecha astillas, párrafos desarticulados
y palabras trituradas, para llegar a la materia prima, las letras,
tal cual se preguntaba Guillermo de Torre (p. 11): “los movimientos
experimentales de la segunda posguerra comienzan por destruir la
palabra y usar las letras -fonética o espacialmente- y continúan
por destruir las letras para trabajar con los signos y por último
con las señales” (p. 12).
Valga comentar
que es un libro muy breve. Sólo hasta la página 42 hay un
desarrollo de ideas que le sirven de presentación y contexto a casi
100 páginas de ejemplos, de poemas-imágenes, de experimentos,
suerte de antología poco favorecida, por cierto, por la impresión
pero que se esforzó en mostrar lo que hasta ese momento, finales de
los 70 comienzos de los 80, eran actos poéticos de vanguardia o la
poesía en acto, más allá de la comarca.
Ahonda y se
extiende en la experiencia lúdico-poética, comenta que la poesía
caligramática hunde sus antecedentes en la poesía grecolatina con
“poemas escritos en forma de aspas, de botellón y de copa” (p.
8) Se interesa Pintó por lo que llama el poema “cerrado” aunque
no comulgo con él cuando afirma que “no comunica ni experiencia,
ni verdad, ni emoción, que no significa sino que simplemente es”
(p. 8), al contrario comunica una verdad y una emoción no formuladas
antes, que no existían pero que comienzan a existir y significar a
partir de su modulación, de su revelación.
La batalla es
contra el sentido consabido. Contra la costumbre, y por eso,
arramblar contra la sintaxis, el párrafo, la palabra… hasta llegar
a las propias letras: “los movimientos experimentales de la segunda
posguerra comienzan por destruir la palabra y usar las letras
-fonética o espacialmente- y continúan por destruir las letras para
trabajar con los signos y por último con las señales” (p. 12).
Por cierto, me
recordó este libro de Pintó una amorosa duda que le planteé a
Enrique Arenas hace un milenio: ¿qué son las formas? Como si
escuchara a Enrique, Pintó dice hablando del “poema concreto”:
es la “coincidencia y simultaneidad de la comunicación verbal y no
verbal comunicando una estructura-contenido, o sea, formas...”
(p. 15)
La noción que se
va construyendo con la lectura del libro de Pintó es la del
poema-proceso, la experiencia verbal que se va realizando en un
espacio tiempo hecho de palabras, sonidos, sintaxis y sentidos en
estado permanente de nacimiento. “El movimiento/proceso liquidó la
inmovilidad irritante de la letra dando agilidad progresiva hasta a
los gráficos duros y secos...” (p. 22) y aquí, cómo no recordar
los gráficos, las llaves, los esquemas espaciados en la página y
enérgicos de Simón Rodríguez.
Finalmente, la
poesía, digo para cerrar cerrando/abriendo el libro de Pintó “debe
seguir su rumbo exploratorio de todos los confines posibles”.
Vayamos con ella, borrándonos.
La s
palabra s
descom
puesta s
dice n
más
el
sentido disperso
se
extiende sobre la s
superficie s
pulida s
sensible
al tacto
cada
pedazo rutila como un trozo de carbón inerte
la
Suma de los pedazos no da n el total
del
Sentid O
las
partes son en sí mismas
Todo
y Nada
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